365 días más by Blanka Lipinska

365 días más by Blanka Lipinska

autor:Blanka Lipinska [Lipinska, Blanka]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, Romance, Erotica, BDSM, General
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2021-05-12T22:00:00+00:00


12

Estaba sentada junto a la isla de la cocina con una cinta vendándome los ojos. Habíamos estado discutiendo sobre nuestros conocimientos de cocina española, tras lo cual me hizo prisionera y me obligó a hacer una cata.

—Bueno, empecemos por algo sencillo —dijo Nacho a poca distancia. Poco después me metió en la boca algo de comida—. Haremos tres rondas. Si lo aciertas todo, podrás pedirme que haga lo que quieras. Si gano yo, aceptarás lo que yo proponga. ¿Vale?

Asentí mientras masticaba la carne, porque sin duda era carne. Me la tragué y afirmé:

—Ofendes a mi inteligencia y a mi sentido del gusto. Es chorizo.

—¿O sea? —preguntó, y besó mi hombro desnudo.

—Se trataba solo de reconocerlo, no de hacer una descripción detallada —dije enfadada—. Es un embutido español.

Se rio y me dio el siguiente manjar.

—Dios, ¿en tan baja estima me tienes? Esto es jamón serrano.

Me comí con placer el trozo de fiambre salado.

—Pero dentro de un momento serás pobre. Dame la tercera cosa.

—Ahora es algo dulce —avisó en tono divertido, y yo abrí la boca—. Preferiría meterte algo que no fuera comida —añadió riendo.

No pasó ni un segundo y noté su aliento mentolado y después su lengua, que entraba con delicadeza.

—No te vas a librar —balbucí sacándolo de mi boca—. Dame lo último.

Empecé a masticar despacio la siguiente porción que me había preparado y me descolocó por completo. No tenía ni idea de lo que era. Mastiqué y mastiqué hasta que el sabor desapareció. Parecía una mezcla de piña, fresa y mango. Me quedé allí sentada, contrariada, rebuscando en todos los rincones de mi mente.

—¿Quién es ahora el pobre? —preguntó plantado detrás de mí—. ¿Qué has comido, muchacha?

—Es injusto —murmuré—. Era una fruta, eso seguro.

—¿Y su nombre?

Seguí callada.

—¿Te rindes?

Me quité la venda de los ojos y le miré.

—Seguramente querrás verlo, porque, si no has identificado el sabor, significa que nunca lo habías probado.

Abrió la mano. En ella sujetaba algo que parecía una piña piñonera verde y abombada. Giré la fruta entre los dedos, la olí, la toqueteé, pero tenía razón: nunca había visto nada igual.

—Es una chirimoya —dijo sonriendo—. ¿Cumplirás tu palabra con honor o te vas a echar atrás? —Cruzó los brazos sobre el pecho, como si me retara.

Me lo pensé un momento y, al recordar lo que había ocurrido una hora antes, llegué a la conclusión de que mi derrota tendría unas consecuencias muy interesantes.

—¿Qué deseas que haga?

—Que vengas de viaje conmigo. —Abrí la boca para protestar, pero levantó una mano—. No estoy diciendo que te vengas a vivir conmigo, sino que te quedes un tiempo a mi lado.

Su arrasadora sonrisa me derritió igual que el sol de primavera derrite el último carámbano. Pero había otra cosa que tenía en común con ese carámbano: delante de Nacho estaba tan húmeda como el agua que produce el hielo.

—Ha sido una treta.

El canario asintió confirmando mi sospecha.

—Eres calculador, interesado…

—… y un asesino despiadado que está desnudo ante una mujer y le introduce comida en la boca para conseguir algo de su tiempo —añadió—.



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